En 1913 llega por primera vez al
Uruguay un contingente de inmigrantes eslavos, que será el primer
eslabón de una cadena que propició la llegada de más inmigrantes. Es
importante destacar que la inmigración rusa de esa época se caracterizó
por la llegada de los mismos en forma colectiva y no individual como
será en épocas posteriores. Los grupos fueron varios, y llegaron en
diferentes años, pero se toma como inicio de la inmigración la llegada
de 300 familias en el año 1913, las cuales se aposentaron en la zona
correspondiente a los campos del Sr. Alberto Espalter y que hoy se
denomina, San Javier.
Este primer grupo de inmigrantes
provenientes de diversas zonas de la región del Cáucaso, había abrazado
una nueva tendencia religiosa desprendida de la iglesia Ortodoxa,
llamada Novo Izrailskaya Obschina, por lo cual sufrieron persecución de
parte del estado y debieron emigrar, en principio a la frontera china y
luego hacia otros puntos del planeta. Su conductor religioso, Basilio
Lubkov, fue el encargado de realizar los trámites pertinentes para
lograr encontrar una tierra fértil, donde se pudieran instalar estos
inmigrantes, la mayoría de ellos agricultores. Con este afán tiene
contactos con varias sociedades del norte de América, en EEUU y Canadá,
pero estos trámites no llegan a buen fin. Entonces tiene noticias de que
el entonces presidente de la república del Uruguay, José Batlle y
Ordóñez, estaba propiciando a través de la cancillería, el ingreso de
inmigrantes de cualquier origen, pero que provinieran del campo y fueran
agricultores, pues era lo que el país en formación necesitaba para su
desarrollo. Enterado de esta situación Lubkov, realiza las tratativas
necesarias y organiza el viaje a estas tierras.
La llegada de los inmigrantes rusos
al Uruguay, se concreta en el mes de mayo, pero de acuerdo a las
disposiciones vigentes en la época, los recién llegados debían pasar una
etapa de cuarentena en lo que se denominaba el Hotel de los
Inmigrantes. Este lugar que no era más que una sucesión de barracas y
conventillos, dejó muy mal recuerdo en los recién llegados, pues allí se
disponía de mínimos servicios higiénicos y las condiciones de vida eran
pésimas. Pasado un tiempo y viendo que no se conseguía salir de este
lugar, muchas personas comenzaron a buscar trabajo en fábricas
montevideanas y a instalarse en la ciudad, así fue que el grupo se
disgregó parcialmente, pues estas personas ya no se reintegraron al
mismo, permaneciendo en el lugar de trabajo, lo mismo que ciertos
colonos que se habían trasladado a otros departamentos del país. El
resto de los inmigrantes seguían esperando el traslado al tan ansiado
lugar de aposentamiento. Algunos niños enfermaron y debieron ser
trasladados a centros hospitalarios, donde quedaron internados, aún
cuando sus padres dejaron la capital.
En el mes de junio, cansados de las
esperas y promesas incumplidas, los inmigrantes deciden hacer un reclamo
ante las autoridades legislativas, se dirigen al Palacio Legislativo y
se sientan en las escalinatas esperando la llegada de los legisladores.
En esa actitud los observa el Sr. Alberto Espalter, legislador del
partido nacional, el cual se acerca a ellos y escucha sus reclamos. Ya
en las cámaras hace pública la situación y expone su deseo de ayudar a
estas personas, ofreciendo al estado sus tierras, ubicadas en el
departamento de Río Negro.
De esta manera los colonos rusos se
instalan en los campos del Sr. Espalter, luego de ser trasladados en dos
barcazas que los dejan en el mes de julio en pleno monte nativo, a
orillas del río Uruguay. Esto conllevó muchas penurias, pues el tiempo
era lluvioso y frío y no había como resguardarse de las inclemencias.
Cuentan que en los primeros días se hicieron una especie de trincheras
donde se colocaban colchones o abrigos y allí se acostaba a los niños,
para que no sufrieran el frío nocturno.
Esta situación hizo que Basilio
Lubkov organizara el trabajo en cuadrillas o grupos de personas que se
abocaron a la tarea de levantar casas (similares a las isbas de la
lejana Rusia), que se hacían con barro, pero se revestían con varillas
de madera y se blanqueaban a la cal para mantenerlas limpias y sin
insectos.
Otras cuadrillas, pescaban o
recogían frutos de los montes vecinos, todo lo cual compartían en forma
cooperativa. También se comenzó el desmonte y posterior siembra de
diversas especies de cereales y frutos, pues se observó que la tierra
era de muy buena calidad, y los cultivos prosperarían rápidamente y de
buena manera.
Los campos que ofreciera el Sr.
Espalter al estado uruguayo, quedaron bajo la tutela del Banco
Hipotecario, el cual sería acreedor durante muchas décadas de esta
colonia.
A partir de los años 20, las tierras
resultaron insuficientes, y se procedió a la compra de 10.000 hás. más
de campos los que posibilitaron mayores instancias de laboreo y
permitieron que las familias pudieran permanecer en le campo sin emigrar
a la ciudad.
A los pocos meses de la llegada de
los colonos, se comenzó a mensurar los campos de lo que sería la primer
colonia y que se denominó Ofir, que en ruso significa algo similar a
paraíso, este nombre estuvo determinado por el hecho de que a pesar de
las penurias de las primeras épocas, los recién llegados encontraron
aquí una rica tierra, con mucho sol y con una gran tranquilidad.
El fraccionamiento de esta primera colonia se
realizó teniendo en cuenta el tamaño de las familias, y también el grado
de asociación al jefe espiritual del grupo, es decir Lubkov. Las
parcelas eran de 45 o 60 hás y fueron durante mucho tiempo el sustento
principal de las familias, quienes además de sembrar cereales, producían
todos los productos de huerta, y criaban aves de corral así como
también tenían generalmente algunas vacas para su ordeñe y posterior
elaboración de derivados de la leche.
El primer núcleo de colonos se
instaló en la fracción Nº 34, algo alejado del río, siendo una zona
alta, que se consideró apropiada para tal fin. Unos años más tarde se
optará por el lugar que ocupa hoy San Javier, sobre todo por su cercanía
al río, lo que daba la posibilidad de relacionarse con las poblaciones
cercanas, por vía fluvial.
Siendo estos colonos de carácter
religioso, el culto fue propiciado por el guía espiritual desde los
primeros tiempos. Al principio se llevaba a cabo en alguna casa de
familia, luego cuando se realizó la señalización del poblado en el lugar
en que se encuentra hoy, también se construyó un edificio para tales
efectos al cual se denominó Sabraña. El culto consistía en una reunión
los días domingos en la mañana, días de asueto, en la que se cantaban
salmos y luego se escuchaba la palabra de alguna persona asociada al
grupo y se realizaba alguna actividad social como cierre.
En 1914, viendo Lubkov la necesidad
de conocer el idioma español y comenzar a insertarse en la sociedad,
solicita a primaria la instalación de una escuela pública. Esta se
construye de chapas y madera y comienza a funcionar el 14 de setiembre
de ese mismo año. La maestra recién llegada debió trabajar mucho debido a
que los niños ingresados fueron más de 150, de diversas edades, y
desconociendo ellos el idioma español y la maestra el idioma ruso. Esta
característica marcará luego a esta colectividad, pues el idioma ruso,
hoy muy olvidado, nunca se enseñó a nivel escolar.
En 1916 el pueblo, paulatinamente,
se comienza a trasladar a su lugar actual de ubicación. Uno de los
primeros edificios construidos en este sitio, fue el viejo galpón de
piedra que serviría durante muchísimos años de depósito de cereales para
toda la zona. En él funcionó también en los primeros tiempos, el molino
aceitero, que fue el primero que se implementó en el país y era una
novedad tan grande, que todos los visitantes llegados a San Javier se
llevaban de regalo un botellita de aceite. En este primer molino las
actividades eran prácticamente manuales, y el aceite se obtenía moviendo
grandes ruedas de piedra que molían y exprimían el girasol.
El pueblo señalizado por aquellos
años contaba con sesenta y dos manzanas y cuatrocientos noventa solares
de 30 por 60 metros.
La agricultura se desarrolló de
manera formidable debido a la fertilidad de los campos. Los rusos
sembraban cereales, lino, avena, cebada y una planta desconocida para
los criollos, el girasol, por ello se decía que los rusos estaban locos y
sembraban flores en el campo en vez de cereales. También se
generalizaron los cultivos de todo tipo de verduras las cuales se
llevaban a vender a Paysandú en forma bastante particular, pues se
organizaban caravanas de carros típicos del báltico que recorrían los
pocos caminos existentes para poder ofrecer los productos de granja a la
población citadina. Por aquellas primeras épocas para llegar a Paysandú
se debía cruzar el arroyo Negro en balsa en las cercanías de su
desembocadura en el río Uruguay.
Los agricultores fueron organizados
por Lubkov en grupos de 5 familias a las cuales se les entregó, un arado
de mancera y uno o dos bueyes, fomentando de esta manera, una vez más
el trabajo cooperativo. Años más tarde se abandonó el trabajo
cooperativo pero subsistió una cooperativa de consumo que siguió
funcionando hasta los años 70, aproximadamente, en diversos regímenes de
explotación.
Dada la falta de caminos como ya
mencioné, se organizó un servicio de lanchas a cargo de los señores
Zuquetti y Castarnov que llevaban pasajeros a Paysandú varias veces a la
semana, y a Fray Bentos y Nuevo Berlín, una vez por semana. Mientras
tanto, la balandra Malvina a cargo de los señores Bugaiov y Gidkov,
llevaba cargas de carbón y leña que se cargaban en la boca del arroyo
Farrapos.
Por aquellos primeros años llegó al
pueblo un médico ruso Basilio Vasilievich Venustov, al que llamaban “Dr.
Ruso”, que realizó trabajos de medicina general, fue partero, etc. (su
cargo fue de practicante, pues no tenía título en este país).
La vida en esas épocas se
desarrollaba de forma simple, la mayor parte de los trabajos eran
manuales y en general debía trabajar toda la familia. El hombre se
encargaba de las tareas más pesadas, pero la mujer además de atender la
casa, ayudaba en los quehaceres del campo, sembrando, ordeñando vacas,
organizando la huerta, lo que hacía su vida muy difícil. A su vez los
niños solían comenzar a trabajar muy jóvenes en labores de pastoreo o de
huerta, y según consta en los libros diarios de la escuela, en el mes
de setiembre, la mayoría abandonaba la escuela pues debía ayudar en la
siembra.
A pesar de ello la gente era muy
sociable, reuniéndose en diferentes casas, semana a semana, y
organizando en ellas bailes acompañados de acordeones, o con diversos
juegos en los cuales se divertían hasta altas horas de la noche.
En le pueblo se habían construido
baños rusos de vapor a los cuales concurrían los hombres de los campos
vecinos (ya que era un entretenimiento de varones), para realizar su
baño de los sábados.
En la década del 20 se comienza a generar un
gran descontento hacía Basilio Lubkov, basado en las denuncias de
irregularidades económicas, lo que generó su decisión de volver a Rusia,
en 1926, acompañado de una serie de seguidores (unas 50 familias) y con
la promesa del gobierno de la URSS, de trabajar allí. La vida en San
Javier continuó con algunas diferencias, debido a la llegada de nuevos
inmigrantes que huían de la revolución y que traían ideas diferentes a
las existentes donde ya dominaba el tema político, por encima del
religioso o social.
Además de toda la actividad económica de la
zona, la gente comenzó a pensar en actividades deportivas, el 14 de
junio de 1928 se funda un equipo de fútbol, como no podía ser de otra
manera su nombre era San Javier Fútbol Club. Este equipo trajo muchos
lauros a esta localidad y fue la fuente de la cual se conformaron otra
serie de grupos, ya fuera de fútbol o de otras actividades deportivas.
A partir del año 1929, año de crisis
económica, y por esa razón entre otras, se crea en la zona el partido
comunista. Esto genera la llegada de diversas figuras a nivel nacional,
sobre todo cuando en 1933, Terra da un golpe de estado. En un acto de
carácter ilegal y al cual concurrió la legisladora comunista Julia
Arévalo para disertar, muere a causa de la represión emprendida por la
policía, la señora Julia Skorina, vecina de esta localidad. Otras
personas resultaron heridas. Un sindicalista de Paysandú de apellido
Hidalgo huyó por entre los montes e informó de esta situación.
Estas situaciones irán conformando un cuadro de movimientos sociales, que darán una característica especial a San Javier.
En 1936, un grupo de jóvenes,
dirigidos por Lázaro Safronov (el zapatero de la localidad) deciden
fundar un club social con la idea de que la diversión se acompañara de
cultura. En este club se comenzó a dar clases de pintura, costura, corte
y confección y había una biblioteca, este club era el Juventud Unida. …
El 1º de abril de 1939, el Sr.
Vladimir Sabelín inaugura un servicio de ómnibus entre esta población y
Paysandú, las ciudad más cercana y a la cual se concurría a realizar
todo tipo de compras, los caminos habían surgido y aunque no eran muy
buenos, permitían el transporte carretero. En pocos años la empresa
creció notablemente transformándose en una empresa nacional e
internacional.
En los años 40 la guerra sacude a
Europa y la población de San Javier, se estremece, pues sabe que allí
han quedado parte de sus familiares. La gente se organiza en comisiones,
así surge el Comité de Ayuda a la Unión Soviética: las mujeres, tejen
bufandas, sombreros, abrigos de todo tipo; y los hombres organizan todo
tipo de eventos con el fin de solventar los gastos que esto originaba.
Todos estos implementos eran enviados al frente y seguramente habrán
logrado apaciguar el frío de más de un soldado.
También en los últimos años de la
década del 30, se comienza la construcción de una nueva escuela, ya que
el número de alumnos había crecido, así como también la población y era
necesario disponer de más salones y maestras.
En estas décadas también se desató
una nueva calamidad para la región, como fue la invasión de langosta.
Durante mucho tiempo la gente luchó denodadamente contra este flagelo,
se recibió apoyo del gobierno y finalmente se logró la desaparición de
la misma. Pero fue un fuerte golpe para la agricultura y las
expectativas de quienes vivían de ella. Se necesitó tiempo y esfuerzo
para recuperar lo perdido.
Alrededor del año 1943, se organiza
una comisión cuyos integrantes forman el Centro Juvenil Eslavo, en donde
se dictan clases de idioma ruso y de danzas eslavas. El 25 de agosto de
ese año, se inauguró con la presencia de autoridades y pueblo. Este
club desarrollará labores culturales y sociales, como ya dijimos, clases
de ruso, de danzas rusas, teatro de aficionados y coro entre otros. En
el año 1957, una asamblea de socios resolverá denominarlo Centro
Cultural Máximo Gorki, como filial del club del mismo nombre que
funcionaba en Montevideo. A partir de allí se abocó a la construcción
del edificio en que funcionaría y a la tramitación de su personería
jurídica, obteniendo esto último en 1959.
Entre los años 44 y 46 se realiza
por primera vez una huelga de esquiladores por un hecho banal, pero a
partir de ésta, se organiza en el pueblo el Sindicato de Oficios Varios y
el Sindicato Agrario, los cuales tuvieron una característica muy
especial; por primera vez se reunían todos los trabajadores y patrones
involucrados en las diferentes tareas, y definían los sueldos a pagar en
todas las áreas. Este sistema regularizaba los salarios que surgían de
un acuerdo común, y no generaba roces entre los distintos sectores de la
producción por diferencias de opinión que ya habían sido zanjadas en
los acuerdos precedentes. Posteriormente estos sindicatos se dividieron y
dieron origen al sindicato Portuario que surgió debido al aumento
considerable del movimiento del puerto (último puerto para barcos de
ultramar del Río Uruguay), por el cual se exportaban cereales que se
producían en la zona y también harina, elemento éste que se había
comenzado a producir y que llegó incluso a ser exportado a Brasil.
El molino harinero funcionó durante
muchos años en un gran galpón que se encuentra, aún hoy, en la ribera
del río Uruguay y abastecía de esta materia prima a todas las zonas
cercanas. En la década del 70, la devaluación continúa y los altos
impuestos creados a este tipo de producción, sumado al cierre de las
exportaciones, generan el cierre y desmantelamiento de dicho molino.
Conjuntamente con la producción de aceite y harina, se produjeron,
durante varios años, diversos tipos de quesos.
A partir del 1946, nuevamente se
suscitan situaciones de descontento en la población, esta vez se
solicitaba la llegada de un médico permanente, la expansión de la
colonia a las tierras de la Estancia Farrapos y la mejora de caminos.
Varios vecinos de la zona,
decidieron hacer estas denuncias, escribiendo con tiza en diversos
lugares del pueblo: algunas oficinas públicas y casas particulares. Como
carecían de otros elementos escribieron con tiza. Ante la denuncia de
los dueños de las viviendas involucradas, dichos vecinos fueron
detenidos y puestos a disposición de la justicia.
También en esta época llegan nuevos
inmigrantes a San Javier, estos provenían de las zonas más afectadas
por la guerra y cuya capacidad de recuperación era complicada. Es por
ello que se instalan en esta localidad inmigrantes, polacos, judíos y
eslavos en general.
Por aquellos días se comienza a
gestar una movilización cada vez más importante respecto a la
posibilidad de anexar las tierras de Farrapos a esta colonia. Las
primeras acciones consistieron en realizar reuniones en las áreas
linderas a la estancia; estas eran generalmente vigiladas por peones a
caballo de la misma estancia. Mientras tanto se realizaban gestiones en
Montevideo ante los ministerios correspondientes. Pasaron varios años
sin ninguna novedad, por lo cual, en 1952, el primero de mayo, un grupo
de sindicalistas y afiliados al partido comunista, decide cortar las
alambradas e introducirse en la estancia. La actividad se realiza con
éxito, y ya en el predio de la estancia, se realiza una asamblea y
posterior picnic, el cual acaba cuando llega la policía y lleva detenida
a la mayor parte de la concurrencia.
Este hecho generó una denuncia a
nivel nacional y da lugar a que en el año 1953, se anexen finalmente
30.000 hás de campo a la colonia. Este nuevo fraccionamiento llevará el
nombre de Colonia Luis A. de Herrera. Un hecho significativo fue que
ninguna de las personas involucradas en las actividades de movilización,
así como sus familiares, recibieran parcelas de campo, se supone que
fue un castigo a sus acciones.
Ese mismo año, visitó el pueblo, el
presidente Luis Batlle Berres, la población se vistió de fiesta. Durante
días un grupo de 70 jóvenes ensayaron un desfile a caballo y en el día
de la visita desfilaron ante el presidente cantando en ruso.
Debemos acotar que el 19 de junio
del año 52, se formó la Liga regional de Fútbol con la integración de
los siguientes equipos: Club Atlético San Javier, Club Nacional de
Fútbol, Libertad Fútbol Club, Club Atlético Ofir, Club Atlético Peñarol
de Ofir, Uruguay Fútbol Club de Bellaco, Club Atlético San Ramón, Arroyo
Negro Fútbol Club. Todas estas entidades deportivas dieron un brillo
especial a las actividades que se realizaban en la zona e incentivaron
notablemente la actividad deportiva. Lamentablemente el progresivo
despoblamiento de la campaña que comienza a gestarse por aquellos años,
llevó a que muchos de estos equipos desaparecieran.
En estas últimas décadas, el pueblo se
expandió y al tener un mayor número de pobladores, se instalaron en él,
servicios de agua potable (OSE) y de luz eléctrica (UTE). Este último
servicio se distribuía desde una usina termoeléctrica, la cual
funcionaba en principio, durante la noche, recién en la década del 60
comenzó a funcionar en forma continua.
En 1958 comienza a funcionar por
primera vez, en el local de la escuela, el liceo. Esta iniciativa tuvo
sus precursoras en cuatro madres que iniciaron la solicitud del liceo
para sus hijos, recogiendo firmas para tal fin. Ellas fueron Ana
Golovchenko, Sofía Moreira, Justa Agache y Catalina Bichkov. La
importancia de este centro de estudios será fundamental para la
localidad pues permitirá extender los estudios de los jóvenes de todos
los estamentos sociales sin abandonar el pueblo. Este centro de
estudios, pasará a funcionar luego en el Centro Cultural Juventud Unida,
y finalmente logrará su lugar definitivo cuando se construya el
edificio en el cual se dictan los cursos en la actualidad. El nuevo
edificio se inauguró en el año 1972.
En el mismo año 1958, llega a San
Javier, el primer médico permanente, el cual estuvo instalado durante
más de cuatro décadas y fue el Dr. Ricardo Voelker. El mismo formó
familia en esta localidad y tuvo una triste relevancia en los hechos
ocurridos en la dictadura militar que asoló el país en los años 70 y 80.
Entre las décadas del 50 y el 60
surgen nuevos emprendimientos en la localidad y otros se amplían, uno de
ellos fue de carácter muy importante, pues propició la mano de obra,
nos referimos a la metalúrgica de Demetrio Gurin. Esta empresa recorrió
el país construyendo grandes galpones para el almacenamiento de granos y
otros usos, pero también creó los primeros equipos girasoleros que se
usaban en la cosecha de este oleaginoso, que por aquel entonces empezaba
a sembrarse en diversos puntos del territorio.
Por estas fechas, también se
construye el cine. Este edificio se realizó con el aporte y la
administración de la cooperativa de consumo. Vino a sustituir las
primitivas instalaciones del viejo galpón de piedra, donde las sesiones
de cine se realizaban gracias a que el equipo era movido por el
generador del molino harinero.
Las grandes construcciones que van
apareciendo en el pueblo generan admiración, sobre todo de los
visitantes, ya que pocas poblaciones del interior con tan pocos
habitantes, contaban y cuentan aún hoy, con estructuras edilicias de esa
magnitud.
(...) -En la década del ’60- llegaba
a este pueblo mucha literatura rusa o mejor dicho soviética, esto
generó expectativas en la población y muchas familias tomaron la
decisión de volver a lo que aún consideraban su patria. Es por ese
motivo que un núcleo importante de ciudadanos parten a la Unión
Soviética, con el objetivo de encontrar una vida mejor. De este grupo de
viajeros algunos volverían al pueblo y otros permanecerían en Rusia,
aunque siempre añorando esta tierra.
También se dinamizó el contacto con la Unión
Soviética. La universidad de los Pueblos Patricio Lumumba ofreció becas y
varios jóvenes de la localidad partieron a estudiar a Moscú. Algunos de
ellos tendrían la triste experiencia de vivir muchos años bajo
sospecha, cuando la dictadura militar se instaló en nuestro país. Otros
fueron detenidos, torturados y debieron pagar con cárcel durante mucho
tiempo la osadía de viajar a estudiar a una tierra cuestionada.
En estos años el pueblo se convirtió
en una sombra, su población era sospechosa de subversión y estaba en
constante vigilancia. Los allanamientos de morada, las detenciones,
comenzaron a realizarse en forma sistemática y toda aquella simpática
situación de ser rusos con costumbres e ideas diferentes, se transformó
en una trágica carga. También se detuvieron las actividades sociales y
culturales y durante esos años, el pueblo se dedicó a sobrevivir. En
abril de 1984 la muerte por torturas en el Batallón de Infantería Nº 9
del Dr. Vladimir A. Roslik, sacudió la estructura de la población y del
país. En un momento en el cual parecía que ya la dictadura se estaba
yendo, era impensable un suceso de este tipo.
(…) Nuevas familias se aposentan en
la zona, de las primeras familias rusas quedan pocos representantes, la
mayoría de los descendientes desconocen el idioma. Pero el pueblo
continúa su lucha, sigue mejorando día a día, con el apoyo de
autoridades, hoy en día con el apoyo de la embajada de Rusia, y tratando
sistemáticamente de señalar su condición de población perteneciente a
la diáspora rusa.
Texto extraído de: “Los Rusos en Uruguay: Historia y Contemporaneidad”
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