Este es un espacio dirigido a los estudiantes del Liceo Pedro Leandro Ipuche y Escuela Agraria de Santa Clara de Olimar, con recursos tanto para su uso en clase, como de apoyo a las tareas en casa...

martes, 9 de abril de 2019

Liberalismo económico: Adam Smith



Alguien sabe cómo se fabrica un lápiz? 

En 1776, con esta sencilla pregunta, Adam Smith daba comienzo a la ciencia económica moderna y fundaba la ideología de más éxito e influencia de los últimos tres siglos: el liberalismo. Porque los grandes pensadores que vinieron después (desde Marx a Keynes, pasando por Mill o Hayek), lo que hicieron fue adherirse, criticar o matizar las ideas de Smith, que permanece hoy como parada obligatoria para todo el que quiera comprender el funcionamiento del orden económico libre.
Con Adam Smith nace el liberalismo económico. Su libro “Acerca de la naturaleza y causa de la riqueza de las naciones” es considerado la “Biblia de la economía política”.
Smith  vivió en  el siglo XVIII, época en que en Inglaterra se inicia la Revolución Industrial que tiene como consecuencia un gran incremento de los bienes.
Su pregunta no difería mucho de la de los mercantilistas y fisiócratas: ¿De dónde sale la riqueza de la nación? Dos conceptos 
aparecen como respuesta:

-La división del trabajo como fuente de productividad
-El papel del mercado

LA DIVISIÓN DEL TRABAJO

Adam Smith sostiene que la productividad aumenta a medida que se incrementa la división del trabajo. La productividad, considerada como la capacidad de producir una cantidad determinada de bienes con un conjunto de recursos dados, un a cantidad de máquinas, una cantidad de mano de obra y un cierto tiempo, será mayor si el trabajo se divide entre especialistas que cumplan funciones definidas.
Smith ilustra esta afirmación analizando la actividad de una fábrica de alfileres:
“...Uno tira el metal o alambre, otro lo endereza, otro lo corta, el cuarto lo afila, el quinto lo prepara para ponerle la cabeza; y el formar ésta requiere dos o tres distintas operaciones; el colocarla es otra operación particular; es distinto oficio el blanquear todo el alfiler; y muy diferente, también, el de colocarlos ordenadamente en los papeles. Con que el importante negocio de hacer un alfiler viene a dividirse en dieciocho o más operaciones distintas, las cuales en unas ocasiones se forjan por distintas manos y en otras una mano sola forma tres o cuatro diferentes. ..., estas... personas podrían hacer cada día más de cuarenta y ocho mil alfileres,... Pero si éstos hubieran trabajado separada e independientemente,..., ninguno ciertamente hubiera podido llegar a fabricar veinte alfileres al día, y acaso ni aún uno solo, ...”
¿Por qué? Muy simple, cada uno se ha transformado  en especialista en su función, la conoce al detalle y puede realizarla mucho más rápido y mejor. Por otra parte, no se pierde el tiempo que un trabajador emplea al pasar de una actividad a otra.

A esta división del trabajo,  producida  al interior de la fábrica, Smith la llama división técnica del trabajo. Si se demuestra que la división técnica del trabajo permite aumentar la productividad en una fábrica, está afirmación puede ser trasladada al conjunto de la economía de una nación, explica Smith.
Imaginemos una comunidad donde cada miembro debe procurarse por sí mismo, sin interactuar con otros, el conjunto de bienes que necesita. Tendrá que hacerse su propia ropa, conseguirse su propia comida, construirse su propia casa. Podemos imaginar “La calidad” de esos artículos y el tiempo que demorará nuestro trabajador en producirlos. En cambio, si en esa mima comunidad cada uno se especializa en algo, tendremos entonces el sastre, que hará mejor muestra ropa en menos tiempo, y el carnicero que nos proveerá de carne, el albañil que construirá nuestra casa. Habrá un ahorro de tiempo y, se construirá más y mejores bienes. La riqueza de esa comunidad habrá sin duda aumentado con respecto a la de un mundo sin división del trabajo.


EL MERCADO
Pero esta comunidad, en la que existe la división del trabajo, tiene aún un problema para resolver: el carnicero tiene montones de comida, el sastre montones de trajes, el albañil, montones de casas. ¿Cómo hacemos para que estos bienes se distribuyan entre todos?
Smith tiene la respuesta: se distribuyen por medio del intercambio en el mercado. Èl señala que existe una propensión natural a hacerlo y que esta tendencia viene de las propiedades naturales del ser humano hacia la “razón y al habla”. Según Smith, el intercambio es lo que diferencia a los hombres de los animales. “Nadie ha visto jamás a un perro cambiar deliberadamente un hueso con otro”, decía Smith.
El mercado, entonces, el lugar donde se cambian los bienes y donde cada uno consigue lo que efectivamente necesita para su consumo personal.
Cada uno trata de obtener para sí, egoístamente, el máximo beneficio de ese intercambio. Tratará para ello de producir los mejores bienes y de hacerlo lo más barato posible, para ganarles a sus competidores. Como todos los miembros de la comunidad harán lo mismo, el conjunto de bienes existentes aumentará al máximo del que es capaz. Así sin que nadie lo decida centralmente, a partir de un sinnúmero de decisiones individuales, se obtendrá un máximo, u óptimo social.
Smith define este funcionamiento como resultado de “la mano invisible” del mercado, porque funciona  sin que nadie lo guie. Más aún, Smith en una crítica a los mercantilistas, sostiene que cualquier intervención del Estado sobre el mercado, por más bien intencionada que sea, lo único que consigue es “trabar” el mecanismo y generar ineficiencias que conducen, en definitiva, a producir una menor cantidad de bienes para la comunidad.


2 comentarios:

Unknown dijo...

Menos mal que era corto😂

Unknown dijo...

Soy Brandon